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jueves, 7 de enero de 2016

El libre albedrío

De acuerdo con las enseñanzas de nuestros padres, aunque D-s controla todos los acontecimientos del  Universo, ha otorgado al ser humano el don del libre albedrío. Los hombres no son máquinas, sino que tienen la habilidad de distinguir entre el bien y el mal, escoger entre lo correcto y lo incorrecto. 

Esta circunstancia propicia que nosotros seamos responsables de nuestros actos y en función de los mismos somos recompensados o castigados. Sobre este aspecto se explaya el Rambam, en Hilijot Teshuvá, en los capítulos quinto y sexto. No obstante, el fundamento del libre albedrío parece ser contradicho por el caso del Faraón, que se aborda en las parashiot iniciales del segundo libro de la Torá, Shemot, concretamente, en Vaerá, que nos ocupa esta semana. Cada vez que una plaga terminaba, el faraón se volvía más fuerte en su posición en cuanto a no permitir la salida de los judíos de Egipto. Pudiera resultar que D-s le quitara al faraón la destreza para decidirse a permitir al pueblo de Israel que dejara Egipto. Cabría preguntarse si al mandatario egipcio le faltaba capacidad de decisión o del libre albedrío. No es este el caso. Cualquier persona que haya visto y sufrido las 10 plagas de Egipto ya no tenía más la libre elección de negar la existencia de D-s. ¿Quién otro si no D-s podía tener el poder de realizar estos milagros? Para contrarrestar esta influencia, D-s restituyó el poder del libre albedrío al faraón. Le otorgó la habilidad de decidirse sobre si permitir a los judíos irse o no, sin tener en cuenta la clara presencia de D-s. Fue bajo estas condiciones, que el faraón, enteramente solo y con pleno poder de decisión, dispuso no permitir la salida de los judíos de Egipto.