jueves, 5 de febrero de 2015

Yitró

Rav Yerahmiel Barylka..

Reflexiones del rav Yerahmiel*



.A. nos ha brindado el sentido de acercamiento a la Torá, pero no es suficiente. Nos toca a nosotros complementar la conexión a través de la comprensión y la cognición de la Escritura. Para ello se requiere esfuerzo consciente y estudio permanente.
Un comentario de la Guemará en Shabat 88 al versículo: “Moshé mandó al pueblo salir del campamento para ir al encuentro de .A. y se mantuvieron de pie en la falda de la montaña” (Shemot 19:17), que hizo R. Abdimi ben Jama ben Jasa: “Esto nos enseña  que el Santo colocó la montaña sobre ellos como una barrica invertida y dijo: “Si aceptáis la Torá, entonces está bien; pero si no, os voy a enterrar aquí”, fue debatido intensamente por nuestros sabios, a partir del comentario de R. Aja bar Iaakov: “Es un aviso de que la Torá fue aceptada bajo coacción” [por lo que aparentemente, no es vinculante jurídicamente].
La decisión fue tomada por .A., por lo cual no hubo libre elección. Los sabios interpretaron que el pueblo volvió voluntariamente a aceptar la Torá, en los días de Ajashverosh (ver Ester 9: 27 “los judíos establecieron y tomaron sobre sí, y sobre su descendencia y sobre todos sus aliados...”).

Recibir la Torá como un hecho natural, por la agradable experiencia que tenemos, debe apoyarse en el análisis intelectual que permita una clara comprensión de la importancia de la Torá. No son sólo amenazas coercitivas las que convencieron a nuestro pueblo a recibir la Torá, sino una elección amorosa. Caso contrario no hubiéramos cuidado sus mandamientos como sucede en el caso de cualquier compromiso adquirido de mala gana.
El Maharal de Praga entiende que la inviolabilidad de la Torá se debe a su carácter ineludible, y que por lo tanto no hubo opción de rechazarla. La coerción garantiza que Israel no pueda eludir su compromiso con la Torá.
Rabí Arie Leib Héller (1745–1812) conocido como Ketzot, discute el tema en la introducción a su obra Shev Shemateta, -Siete Pasajes- y sugiere que los judíos se rebelaron por haber sido forzados en la recepción de la Torá, y que los rastros de esa revuelta se pueden encontrar en el libro de Bemidbar 11.1, “Y el pueblo comenzó a quejarse en[a] la adversidad a oídos de .A.”.
El comentarista dice que esa queja no fue por los argumentos que aparecen explícitos en la Torá, sino que deseaban establecer su propia voluntad de firmar el pacto, como cuando dijeron “Haremos y escucharemos”. Para las personas que subsisten consumiendo únicamente el maná, el enlace a la espiritualidad es natural y evidente. ¡Qué dulce y agradable sería una vida así - es un paraíso! La fuente de la felicidad del otro mundo - la Torá - se coloca delante de nosotros, y pudieron disfrutarla sin obstáculos, libres de cualquier preocupación o distracción. Pudieron saborear su sabiduría luminiscente con todo el corazón y la mente.
Pero, hay un solo problema en el paraíso - nadie necesita hacerse amar. Allí no hay amor. Todo lo que es exaltado en el hombre, sus anhelos más íntimos y sus ideales, se realizan sin obstáculos. Ningún adversario le aqueja, no le tienta ni le acosa la “inclinación al mal” ni la duda. La grandeza reside en la capacidad del hombre para usar su comprensión consciente con el fin de identificar y responder a las necesidades más profundas de su alma. El método de la comprensión consciente implica el análisis, comparación, y la elección entre diversas alternativas. En un contexto donde no hay alternativas, donde se obvia elección porque sólo hay un camino por recorrer, aparece la categoría “evidente por sí mismo”. Se dice entonces que es “evidente” que este es el camino, y no hay otro. Pero decir que algo es “evidente” es decir, en la medida de la comprensión racional se refiere, que es inexplicable.
La libre elección es más que la mera capacidad de elegir. Dota a la acción humana con una fuerza única. Necesita de espera, ansiedad, frustración, dilemas, disyuntivas, y al fin, análisis y decisión. Pasar por una ardua odisea de buscar y sopesar las alternativas espirituales como cuando Itró al fin pudo haber hecho su declaración: “Ahora conozco que .A. es más grande que todos los dioses; pues aun en lo que se ensoberbecieron, Él fue sobre ellos”. (Shemot 18:11).
Así sucedió con Avraham Avinu: Desde el momento en que fue destetado, su mente empezó a buscar ... y empezó a pensar día y noche ... hasta que llegó al camino de la verdad y entendió la ruta de la justicia, en virtud de su correcta comprensión (Hiljot Avodá Zará, cap. 1).
La acogida bajo las alas de la Shejiná se produjo en el Sinaí, bajo coacción y sin análisis intelectual, sin una evaluación de alternativas. Los esclavos estaban todavía contaminados por los ídolos egipcios, y .A. no quiso que corran el riesgo derivado de la confianza en la sabiduría humana que más de una vez conduce a caminos equivocados. En ese momento, la intervención de .A. y su revelación y guía fueron la única solución posible. La “coacción”, entonces, consistió en un vínculo existencial de amor entre el pueblo de Israel y la Torá. ¿De qué manera la “coerción” puede cimentar el compromiso? Porque provocó un amor irresistible, que es una garantía fiable de la devoción eterna.
Hoy al renovar el Pacto y la Revelación lo hacemos por propia determinación, con el amor más profundo y la sabiduría más amplia. Sin límite, únicamente por amor, el mismo que el que tuvieron nuestros padres debajo del Monte.

*Rav Yerahmiel Barylka.
Sinagoga Rambam. La Moraleja. Madrid.