Este Shabat (Shabat Shira) leemos la parashat Beshalaj en la que se muestra el comportamiento del Pueblo de Istael después de salida de la esclavitud de Egipto. Los primeros 15 capítulos del Libro del Éxodo (Shemot) narran la opresión que sufren los hijos de Israel en Egipto y el milagro de la redención, por obra de D-s, de la servidumbre a la libertad. D-s obra el milagro y utiliza a los seres humanos-en esta ocasión Moshé, el pastor fiel, un hombre humilde con la dificultad de la expresión-para intervenir y actuar en nombre del Creador de todo.
Los israelitas atestiguaron, antes de su salida de Egipto, los diez milagros
representados en las diez plagas. Ya fuera de Egipto, fueron testigo de otro
milagro: pilares de nubes los conducían durante el día y durante la noche
columnas de fuego les proporcionaban la luz. Sin embargo, a pesar de todos los
milagros, los hijos de Israel se tornaron miedosos y confusos cuando ellos
vieron a los egipcios perseguirlos justo un día después de su partida. En vez
de tener fe, se quejaron ante Moshé. Nuevamente, D-s produjo un milagro-la
división del Mar Rojo-. Tres días más tarde no había agua para beber y los
hijos de Israel se quejaron de nuevo. El agua brotó milagrosamente. Pero al
cabo de otro día, volvieron a quejarse a Moshé, porque carecían de alimentos:
D-s produjo otro milagro, al proporcionarles el maná por los siguientes 40
años, en su travesía por el desierto. Las instrucciones dadas por D-s acerca de
la recolección del maná no fueron seguidas por muchos israelitas y Moshé se
molestó con ellos. Por último, D-s dijo a Moshé: “¿Cuánto tiempo tardarán en aceptar y conservar mis mandamientos y
leyes”.
“Cuando los israelitas viniero a Refidim y no había agua-escribe el doctor José
A. Nessim-, inmediatamente comenzaron a quejarse y a culpar a Moshé. Moshé
clamó a D-s: -¿Qué debo hacer con esta gente? Están casi a punto de
apedrearme-. Y el pueblo dijo “¿Está el Señor entre nosotros o no?” .
Sorprendentemente, a pesar de todos los hechos prodigiosos que presenciaron o
tuvieron el privilegio de contemplar y vivir en primera persona, no creían.