Lectura de la Torá para Shabat, 4 de Tevet de 5774
Sábado,7 de diciembre de 2013
Parashat Vayigash
Bereshit 44:18-47-31
Haftará: Ezequiel 37:15-28
(18) "Y se acercó Judá y dijo:-Oh señor mío, permite que tu siervo diga una palabra a los oídos de mi señor, rogándote que no te aires contra tu siervo por cuanto tu eres como el faraón-. (19) Mi señor preguntó a sus siervos:-Tenéis padre? ¿Tenéis otro hermano?-. (20) Y nosotros contestamos a mi señor: -Tenemos un padre anciano que tiene un hijo pequeño de su vejez, cuyo hermano murió, quedándole de su misma madre sólo el pequeño que es amado por su padre..."-.
A grandes rasgos está parashat nos muestra la calidad humana y sabiduría de José y su gran capacidad para el perdón y la renconciliación, así como el arrojo del propio Judá para corregir sus errores y sobreponerse.
La permanencia en Egipto equivale al exilio, a la Galut, pero también en la actualidad cuando vivimos o las circunstancias nos fuerzan a residir fuera de Eretz Israel. Nuestra voz en la Galut se halla menguada, disminuída, es una voz débil pero desgarrante y tendrá que ser escuchada por los faraones modernos que oprimen a nuestros hermanos. Su voz es ahogada por la tiranía, pero no por eso dejaremos de oirla, la percibimos aún más fuerte y vigorosa. Nosotros, los que gozamos de libertad no cesaremos de clamar por ellos.
El Galut se asemeja a las tinieblas de la noche y en la oscuridad de la noche escuchamos la voz que clama: "Yaakov, Yaakov" y el pueblode Israel responde: "Heme aquí".
La Galut nos convirtió en un pueblo grande, no en cantidad sino en calidad, nos hermanó, nos purificó, nos sensibilizó y nos elevó. El balance espiritual fue positivo, gracias a que el Eterno D-s de Israel nos acompañó en nuestro infortunio, como lo constata el versículo: "...con él (mi pueblo) estoy en la desgracia..." (Tehilim 91:15).
Cuando fuimos vejados y humillados, D-s nos sostuvo, sufrimos nuestro tormento con altura, por el D-s de Abraham, Yitzhak y Yaakov, nos acompañó y nos infundió fuerzas, valor y esperanza. Él descendió con nosotros, pero también ha de sufrir con nosotros y ahora ya ha llegado la hora de subir y hemos de elevarnos cada vez más. Trascendernos.
"Yo descenderé contigo a Egipto y Yo también te he de hacer subir". Ese ascenso constituye nuestro retorno a Eretz Israel, nuestra ansia por lograr ese cometido ancestral de hacer realidad la promesa dada por D-s a nuestros padres Abraham, Yitzhak y Yaakov.