ELÍAS DAYÉ
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HOY EN DÍA estamos acostumbrados que las leyes se ponen de
acuerdo a la situación en que vive la sociedad y se establece por la mayoría de
los casos. Por ejemplo, si hay muchos robos o corrupción, se promulgan leyes de
acuerdo a la época y varía de acuerdo al momento. Por ejemplo, si a las
personas se les ocurre casarse con animales y hay varios casos, se promulga una
ley aprobando y aclarando cuales son las condiciones y pautas para llevarlo a
cabo, o si hay mucha infidelidad, se mencionan cuales son las pautas y de que
manera hacerlo. Siempre hay argumentos para promulgar y facilitar los deseos de las personas. Sin embargo, las leyes
que nos benefician, son las que perduran a través del tiempo y que al
cumplirlas se obtienen varios beneficios, por ejemplo las leyes de transito,
los semáforos, que facilitan el orden y benefician al mundo.
Lo mismo ocurre con respecto a la parte espiritual. Cuando
carecemos de conocimiento y pensamos que el judaísmo funciona como una obra
social, que al pagar obtenemos un servicio, o un aparente beneficio, estamos
totalmente confundidos, ya que la ley judía va más allá de nuestro
entendimiento superficial. Son límites que nos marcan caminos a seguir y
provocan nuestro enderezamiento accediendo a una sabiduría superior. Si bien al
principio lo vemos como algo no conveniente, el resultado, sin embargo es que
nos beneficia permanentemente. Por lo tanto, ante una sociedad llena de
incertidumbre, falta de valores y confusión, la fiesta de Shavuot y la entrega
de la Tora vienen a mostrarnos una vez mas la luz, la claridad espiritual, y el
crecimiento sin limites que nos ayuda a desarrollar nuestro potencial escondido,
para poner el judaísmo en acción. ¿Qué perdemos si lo intentamos? Es un momento
propicio para reflexionar y meditar.
Pensémoslo…