Rav Yerahmiel Barylka
El pueblo judío tiene una propensión casi natural al olvido de las afrentas cometidas por sus perseguidores y a ser misericordioso, por lo que nos resulta difícil cumplir con la mitzvá de “majó timjé”, de poder borrar el recuerdo de Amaleq.
Suprimir a Amaleq necesita de una dosis de crueldad que parece no poseemos en por lo que viene la Torá y nos enseña que eliminar a los malvados es una imperiosa necesidad para lograr que el mundo sea mejor. Cuando nos compadecemos de los infames finalizamos pagando por ello un precio terrible.
Así le fue al rey Shaúl en la historia, cuando por perdonar la vida al rey de Amaleq, dejó la puerta abierta al surgimiento de Hamán en su tiempo y de sus sucesores en el devenir de la historia. Por eso, la Torá insiste tres veces en la necesidad de tomar acción y pese a ello, no logra que se cumpla con ese objetivo desde aquel entonces hasta nuestros días.
Parashat Zajor nos exige no sólo de su lectura obligatoria sino de su aplicación contra todos aquellos que quieren destruirnos y borrarnos de la faz de la tierra.
El Sfat Emet, nos trae una manera original de cumplir con la mitzvá y es fortaleciéndonos espiritualmente, diciendo que cada Shabat que cumplimos totalmente, contribuye a borrar a Amaleq. Esta aproximación no viene en lugar de la anterior que es literal y categórica sino que la complementa. Y de alguna manera nos presenta un desafío. ¿Qué es más difícil? – Nadie sabe la respuesta, por lo que el complemento de Sfat Emet es una urgencia de igual valor. Cuando conseguimos expandir los principios de la fe verdadera, contribuimos a borrar la presencia de quienes nos acosan y nos consumen.
Cuando se le ordena a nuestro pueblo en la Parashá de esta semana que debe traer “aceite puro de oliva, para que las lámparas estén siempre encendidas”, nos dice el Midrash que el pueblo judío, se parece al aceite, líquido que no se puede mezclar con otros.
Para no juntarse debe cuidar de su cultura, de sus costumbres ancestrales, de su marco de pertenencia y de su marco de referencia. Si así lo hiciere podrá compartir con todos, dar a todos y recibir de todos, pero sin perder su esencia.
En la verdadera fe, la luz representa simbólicamente a la capacidad intelectual, por medio de la cual se puede llegar a la divinidad. En ese haz de luz, Él nos ve y nosotros lo percibimos. .A. está en nosotros en la medida en la que nosotros estamos en Él.
Ahora podemos unir la Parashá Zajor con la Parashá Tetzavé, según el Sfat Emet: Borraremos al mal de la faz de la tierra y a los malvados que nos intentan dañar sin compasión, tal como aparece en la lectura obligatoria en tres oportunidades, sin distraernos y sin querer pasarnos de compasivos y misericordiosos. No puede haber compasión ni misericordia con el mal.
En paralelo, derrotaremos el mal, fortaleciendo nuestros actos que hacen a nuestra personalidad histórica. Cuando así actuamos no nos pueden derrotar. Somos como el aceite puro. Ese es el aceite que puede encender la luz permanente, el ner tamid, de la Verdad en la fe absoluta en nuestro Creador. Él nos mira y nos encuentra fácilmente en nuestros escondrijos y nos descubre aun cuando pensamos que podemos actuar equívocamente, pensando que no nos ven. Ese aceite debe servir para elevar la calidad de nuestra conducta privada, actuando también en la soledad como si nos viera una multitud. Con el mismo recato. Con el mismo cuidado. Todo lo que hacemos, y no importa dónde ni delante de quien, lo llevamos a cabo en Su presencia. Porque es verdad solemne que hasta el más minúsculo acto de nuestra vida lo llevamos a cabo delante de Su soberana presencia.
En este acto de fe absoluta unimos los versículos de Zajor con Tetzavé, y recibimos el impulso necesario para actuar en consecuencia.
Así llegaremos a Purim elevados, sin la carga del viejo Amaleq, y con las armas para derrotar al nuevo, al heredero que nuevamente nos busca destruir. A ese Amaleq que también hoy se cruza en nuestra senda.