Elías Daye
Muchos de nosotros, poseemos la mala costumbre de engañar. Lo practicamos día a día, sin darle la verdadera importancia y entendemos que no reviste mayor gravedad (los motivos son por conveniencia, para justificarnos, o porque creemos que así ganaremos más dinero). Sin embargo, hacerlo se transforma en un efecto boomerang en el cual uno termina engañándose a sí mismo. Esa reiterada forma de pensar y de proceder va perforando nuestro verdadero yo, y nos va llevando a perder nuestra identidad, fruto de la imaginación negativa que nos convence en cada momento.
El querer seguir procediendo de esa forma nos lleva a un camino de una real confusión. En esto también influye el ambiente en el que el individuo se rodea, ya que ello incide en el desarrollo de este defecto y provoca a su vez una obstaculización del crecimiento mental y espiritual.
Volver hacia las fuentes del judaísmo y de nuestra verdadera personalidad es recuperar la identidad. Ello no solo requiere un cambio personal, sino también social. El trabajo para reconstruirnos, se va logrando con el estudio del Talmud, haciéndolo en forma progresiva, ya que así como lentamente nos fuimos alejando, del mismo modo es el acercamiento.
Para empezar éste proceso es necesario una toma de conciencia y reconocer que nos equivocamos y que el camino que estamos transitando, no nos conduce a ningún destino. Por lo tanto, se nos hace necesario, comenzar a repararnos y construirnos para lograr un sano crecimiento. Es así que darle la real dimensión a la situación y cambiar en la práctica, nos llevará al bien que tanto anhelamos. Decir la verdad, no sólo nos tranquiliza, sino que nos vuelve más auténticos y nos hace sentir mejor.
Pensémoslo.