lunes, 19 de diciembre de 2016

La luz que vence a las tinieblas

 Am Israel celebra desde la salida del próximo Shabat, 25 de Kislev de 57777 (24 de diciembre de 2016) la fiesta de Hanuká o de las luminarias, que se prolongará por ocho días; es decir, hasta la noche del 31 de diciembre ó 2 de Tevet. Un  acontecimiento que rememora la reinauguración del Templo de Jerusalem  tras la victoria de los hasmoneos sobre los seléucidas en el siglo II antes de la Era Común. En este reportaje se explica el origen de esta celebración, que se mantiene por más de 2.000 años.
Janukía prendida en hogar judío de Tenerife.
El término hebreo Hanuká significa consagración o dedicación. Una fiesta que dura ocho días, que comienza el 25 de Kislev y que conmemora el éxito de la rebelión de los macabeos contra la persecución religiosa instigada por los sirios helénicos o seléucidas, bajo la autoridad de Antíoco IV Epifanes (Siglo II antes de la Era Común). El próximo Sábado, día 24 del presente mes de diciembre,  por la noche, ya 25 de Kislev, según nuestro calendario, tendrá lugar el prendido de la primera vela de Hanuká, y que se sucede sucesivamente noche tras noche hasta completar la octava candela colocada en un candelabro de ocho brazos o janukía.


Más allá de la gesta histórica

Retomando el comentario histórico, la revuelta fue encabezada por Matitiahu (Matatías), de la estirpe de los hasmoneos, familia sacerdotal, primeramente, y luego continuada por sus hijos (especialmente, por Yehudá Hamacabi, Judas “el Martillo), que liberaron eventualmente Jerusalem y el Templo profanado, que posteriormente, fue consagrado al culto de D-s,- de aquí el nombre de Hanuká, fiesta de la dedicación. Tal como se especifica en el Talmud (Shabat 21b), los judíos victoriosos encontraron sólo un recipiente de aceite no contaminado, puro (kasher), requerido para mantener prendido el ner tamid o lámpara perpetua que ardía en el Templo. Sin embargo, era suficiente para un día únicamente en condiciones normales, este aceite duró milagrosamente ocho días, tiempo preciso para asegurar el aprovisionamiento fresco de aceite de oliva puro para la lámpara, de suyo que el nombre adicional de la festividad es Jag Haurim (fiesta de las luces).
El precepto más importante de Hanuká consiste en el prendido de las luces, una en la primera noche, dos en la segunda, tres en la tercera….y ocho en la víspera de la octava noche. Para ello se utiliza un candelabro especial denominado hanukía que adopta la forma de menorá con ocho recipientes para velas o mechas para de aceite junto con el noveno que se le llama shamash o bedel que se usa para prender el resto.
Estas luminarias no se pueden emplear para otro uso que para conmemorar la fiesta en sí. Es costumbre que los niños jueguen con perinola o sevivón, una especie de trompo. Los jóvenes reciben dinero o regalos.
En la sinagoga se recita el Halel completo y la keriat Hatorá (lectura de la Torá) se efectúa diariamente.
En el rezo de la Amidá y en Bircat Hamatzon se intercala Al Hanisim (Por los Milagros), en relación a los acontecimientos y milagros asociados a Hanuká.
Tanto en la sinagoga como en el hogar se recita el himno Maoz Tzur, una vez que se han encendido las luces de Hanuká y recitadas las bendiciones apropiadas.
Las comidas tradicionales de la festividad consisten en buñuelos (sufganiot) y panqueques de papas (levivot; latkes en yidish) que se fríen en aceite.

La clave

El aceite es un líquido que tiene la cualidad no mezclarse con los demás, siempre queda arriba. Esta fue la intención de los Maccabim, devolver a Israel su estado natural, que no es susceptible de mezclar con otros pueblos, a tratarse de un género único y distinguido como lo supo decir el mayor de los profetas gentiles Bil’am: “He aquí un pueblo que habitará confiado y no será contado entre las gentes” (Bamidbar 23).
Según escribe Elgazy, “dice el Midrásh (“y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (Bereshit,1) es Grecia que oscureció los ojos de Israel con sus decretos. Prohibieron la circuncisión, el Shabat y el Rosh Jodesh. El común denominador de estas tres mitzvot o preceptos positivos de la Torá es la santidad קדושה; el judío santifica su cuerpo cuando es circuncidado y santificamos el tiempo cuando observamos el Shabat y renovamos los meses. El aceite simboliza santidad como vemos del hecho que para coronar un rey o para nombrar al Gran Sacerdote se le ungía con aceite y de esta manera eran santificados”.
Los griegos no arrojaron el aceite sino que lo impurificaron, no se opusieron a que Israel estudiara Torá sino que pretendieron que la consideraran como sabiduría desconectada de la vida cotidiana, como teoría laica que puede ser interesante pero sin conexión con la práctica.
Santificación del cuerpo

“La Torá-agrega Elgazy-nos enseña cómo santificar el cuerpo, cómo elevar la materia a un nivelo espiritual, mientras que el helenismo profesa todo lo contrario. Ellos vieron el cuerpo y el alma como dos entidades paralelas, el cuerpo no interviene en las aspiraciones del alma, ni el alma en las pasiones del cuerpo. Este antagonismo entre las corrientes judía y griega no impidió a muchos de nuestros sabios como el Rambam y otros, de hacer mención y referencia a los textos de los sabios griegos, quienes desarrollaron ciencias y sabiduría. Los filósofos Platón y Aristóteles creyeron, como nosotros, en la existencia del alma y su inmortalidad. La estética que los griegos tanto estimularon no nos es ajena como lo muestran el esplendoroso Tabernáculo y los lujosos vestidos del Cohen”.
Añade que “por esta aparente semejanza, Grecia recibió el atributo de
חושך oscuro. Sólo a través de una visión profunda, podremos catalogar si el aceite es puro o no, y sólo con un espíritu crítico, podremos ver lo repugnante de la civilización griega”.
El Rey Salomón dijo: “Pues el mandamiento es una vela y la Torá es luz”
כ' נר מצוה ותורה אור (Mishné 6).
Las velas de Hanuka que asoman en las ventanas de las casas judías alumbran la oscuridad de la noche, las tinieblas de helenismo. Por eso Hanuká se llama fiesta de las luces
חג האור'ם.
Festejamos Hanuká el 25 de Kislev. Resulta llamativo que la palabra número 25 de la Torá es luz o
 אור (יהי אור=25), “Hágase la luz”. Desde la creación del mundo, ya está incorporado el milagro de Hanuká.
Hanuká nos recuerda la diferencia entre lo sagrado y lo profano, entre la luz y la oscuridad, entre Israel y los demás pueblos.

Fuentes: Beletín digital de la Comunidad Judía de Tenerife, Vidal Elgazy, Halacha Yomit.