Hoy recordamos a las víctimas de la Shoá. Seis millones de víctimas que se cobró la barbarie totalitaria del nazismo durante la II Guerra Mundial en Europa, con gran indiferencia del mundo civilizado (¿?) de entonces, y que cada día, cada año, que transcurre pesa como una losa sobre la conciencia colectiva de la Humanidad. Recordar para no olvidar y transmitir a las generaciones futuras un mensaje de esperanza para que el horror no se vuelva producir nunca más.
El término hebreo Shoá significa literalmente
desastre ruina, catástrofe, específicamente Hashoá, el Holocausto de la Judería
Europea programado y ejecutado por los nazis desde el ascenso al poder de
Adolfo Hitler en 1933 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Aunque también hay que tener en cuenta que el Pueblo Judío sufrió grandes
pérdidas a lo largo de la historia, como por ejemplo durante la época romana y
por las masacres desatadas en el curso de las cruzadas, los pogroms de Europa
de la Edad Media, la Inquisición española, revuelta de Chmielnicki en Ucrania
en el siglo XVII, la política nazi del genocidio en el siglo XX “civilizado”
fue única por su alcance e intensidad.
La política hitleriana basada en su idea de la raza
superior teutónica en guerra con los pueblos “inferiores” se formuló en 1933,
pero fue considerada con escepticismo, incluso en Alemania, hasta su
aplicación. La destrucción total del Pueblo Judío (“Solución Final del Problema
Judío” en la engañosa jerga nazi fue
planteada por ideólogos, organizada por líderes de la Gestapo y la SS, como
Heydrich, Himler, Eichmann y otros, comunes y austríacos, ayudados por
colaboradores en los territorios bajo control nazi.
El proceso se inició con persecuciones en masa y
leyes discriminatorias, conocidas como Leyes de Nüremberg en 1935, motines y
destrucción como los tristemente recordados como la Noche de Cristal de 1938 y
el establecimiento de los primeros campos de concentración en el Tercer Reich
en franca expansión antes de la declaración de la guerra. Desde 1939, en que
comienza la II Guerra Mundial, cuando los ejércitos alemanes se lanzaron en
avalancha sobre toda Europa, la aniqulación de los judíos se llevó a cabo con
una minuciosidad satánica y con eficiencia por medio del uso de deportaciones a
ghetos especiales en Varsovia, matanzas en masa como las perpetradas en Babi
Yar, traslados para reasentamiento hacia la muerte en campos de exterminio,
donde las víctimas morían de hambre o trabajaban hasta morir o se les mataba
por medio de gas y luego incinerados. Auschwitz, Birkenau, Berguen-Belsen,
Dachau, Majdanek, Sobibor y Treblinka fueron algunos de los emplazamientos
donde se perpetró el asesinato en masa de seis millones (6.000.000) de
personas, hombres, mujeres, niños y ancianos de toda clase y condición. No hay
que perder de vista que los doctores y “científicos” de la muerte efectuaron
experimentos inmundos y bestiales contra seres humanos no sólo judíos (en su
mayoría) sino con otras etnias o condición política o genética.
La certeza de una muerte segura provocó gran
conmoción y desasosiego y grandes revueltas en el Gheto de Varsovia y en los
campos de exterminio de Treblinka y Sobibor, en 1943, pero los Aliados
ignoraron las súplicas de bombardear las líneas férreas que conducían a los
campos de la muerte. En algunos países, la población se opuso activamente a las
deportaciones nazis (Holanda, Dinamarca y Bulgaria), pero en otros lugares como
Polonia, Ucrania, Croacia, Estados Bálticos, Austria y Rumania ayudaron y
colaboraron con el asesinato en masa.
Una vez acontecida la derrota del nazismo y la
caída del Tercer Reich, algunos dirigentes del genocidio fueron arrestados,
condenados y ejecutados como criminales de Guerra por el Tribunal de Nürember,
entre 1945 y 1946. Sin embargo, otros evadieron la justicia mediante el
suicidio o la huida a diferentes países del América del Sur o países árabes con
identidades falsas.
La mayoría tuvo éxito en ocultarse e integrarse con
nuevos modos de vida en Alemania y Austria de la post-guerra. Asimismo, ex activistas de la SS salieron de
sus escondites para dirigir movimientos neonazis en varios países, mientras que
sus simpatizantes emprendieron campañas para limpiar el nombre de Hilter y
negar los hechos de la Shoah.
La amplia y prolija documentación existente sobre
tales hechos que conmueven al mundo civilizado y la existencia evidente de los
campos de exterminio prueban no sólo que seis millones de judíos o un tercio de
la Judería Mundial perecieron en la Shoá, sino que corrobora que por lo menos
el doble de gente de otros pueblos (gitanos, eslavos, discapacitados y
oponentes políticos compartieron el mismo destino.
La Shoá supuso la aniquilación de grandes centros
de la vida intelectual judía y religiosa en Europa, destruyó una vasta reserva
del potencial judío y produjo un estado de trauma entre los supervivientes. La
mayoría de los supervivientes logró alcanzar la Tierra de Israel (Eretz Israel)
pese al bloqueo inhumano establecido por las autoridades del Mandato Británico
en la Palestina (Israel) y algunos participaron en la Guerra de Liberación de Israel
contra los árabes invasores (1948-1949).
La captura y enjuiciamiento posterior del principal
verdugo nazi Adolfo Eichmann (1960-1962) permitió reunir el mayor número de
testimonios de testigos presenciales y atrajo la atención mundial.
En Israel se conmemora Yom HaShoá el 27 de Nisán, y
el 19 de abril en la Diáspora. Constituye una ocasión especial anual para
rendir tributo a los seis millones de mártires judíos (Kidush Hashem); para las
víctimas de la Shoá que perecieron en época desconocida se guarda el Yarzeit en
el ayuno de Asará be Tevet.
En Jerusalem se encuentra el santuario del
recuerdo, el Yad Vashem, independientemente, de diferentes museos en dos
asentamientos kibutizano Lojamei Haguetaor y Yad Mordejai.