Reflexiones del rav Yerahmiel*
“Maldito el que pervierta el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda”. Y dirá todo el pueblo: “Amén”. (Devarim 27:19). “El tercer año, el año del diezmo, cuando acabes de separar todo el diezmo de tus frutos, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que coman en tus aldeas hasta saciarse. Y dirás delante de .A. , tu D-os: He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos ni me he olvidado de ellos”. (Devarim 26:12-13). “Entonces dirás estas palabras delante de .A., tu D-os: “Aramí1 que quiso que mi padre perezca, hasta que descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres. Allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos afligieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces clamamos a .A., elD-os de nuestros padres, y .A. oyó nuestra voz y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión. .A. nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, con señales y milagros; nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel”. (Devarim 26:5-9).
Rav. Yerahmiel Barylka. |
Si la de hoy fuera la primera lectura de
nuestra vida de esta parashá y hubiéramos llegáramos a ella comprendiendo el
texto pero sin haber estudiado nunca las infinitas interpretaciones
de la Torá, igualmente podríamos hacer un resumen de las normas
sociales con la lectura de los tres fragmentos citados. El primero se
refiere a los derechos del “otro”, el segundo a nuestra casa y a
nuestra familia, y el tercero a toda la nación. A partir de ellos podríamos
explicar claramente las bases del pensamiento judío.
Esta parashá es una intersección entre el
texto de Devarim y los capítulos que finalizarán la lectura de todo
el Pentateuco. La serie de mitzvot que estuvimos estudiando a lo largo
del libro se clausura con la de Bicurim y con la Confesión de los
Diezmos, para dar paso al texto de despedida. Digno marco que nos
recuerda nuevamente nuestras obligaciones con los más necesitados,
incluso cuando ellos son “extranjeros” o ajenos. Cuando recogemos los frutos a tiempo y los
podemos llevar al Templo, debemos reconocer antes que nada la
magnanimidad del Creador que bendice nuestra tierra y proclamar
jubilosamente que no nos hemos olvidado del cumplimiento de los deberes con el
leví, el extranjero, el huérfano y la viuda, ni hemos violado los
mandamientos. Ahora somos libres, y tenemos incluso independencia económica y en estos momentos no está demás contar con
memoria histórica recordando a uno de nuestros antepasados. Sí a
un miembro de nuestra propia familia que fue malvado y que
intentó engañar a otro de nuestros antepasados. Ese personaje ruin,
que se presenta tras declaraciones de solidaridad y amor, de buena
voluntad y de buenas intenciones, que se aprovecha de nuestra
ingenuidad no puede estar ausente porque nos acompaña siempre. La
declaratoria nombrándolo, es para tener presente que si bien debemos
seguir siendo idealistas, necesitamos estar alertas frente a quienes
desean hacernos el mal. (Si aceptáramos otras lecturas del mismo
versículo, podríamos afirmar que no está de más recordar el tiempo
de nuestras privaciones cuando contamos con abundancia, para
estimularnos a ayudar a otros carenciados).
Esta parashá nos trae además el pacto según el
cual once acciones diferentes provocan que sus autores sean
maldecidos. Prohibiciones que por lo general se transgreden en forma
privada. Ese acto solemne realizado antes del ingreso a la Tierra de
Israel tiene mucha fuerza por sí mismo cuando el poder intimidatorio de
la ley no es suficiente para que sea aplicada.
La enumeración de las maldiciones nos descubre
así un nuevo modelo de derecho que a su vez inspira su relación
con normas legisladas muchos años después, casi sin percibirlo. Hay delitos y faltas que no se pueden
comprobar o que aún no han sido legisladas y si siguiéramos el principio
que todo lo que no está expresamente prohibido es lícito, permitirían,
como lo hacen en la mayoría de los códigos, absolver al culpable. “Nullum
crimen, nulla poena, sine lege praevia”, es una regla que
para quienes hablamos español no necesita traducción y fue creada para dar seguridad a las personas y evitar se comentan contra ellas
injusticias. No hay crimen ni pena sin una ley previa, establece el
principio de tipicidad y de irretroactividad de las normas penales y
debemos festejarlo. Pero, a veces no es suficiente. Incluso otra regla
instaura, justamente que no hay pena sin condena en juicio. Pero, todos
sabemos que no siempre los delitos pueden ser probados.
Entonces, viene nuestra parashá y nos trae una
pena de otro tipo: la maldición, diciéndonos, que no se alegren
aquellos que buscan y más de una vez consiguen esconderse en los
recovecos de la ley que infringen solapadamente y que pueden seguir
presentándose en sociedad como personas honorables.
Quizás nadie se haya enterado de sus faltas,
pero, hay un ojo que ve, un oído que oye, y una mano que escribe todo
en un registro indeleble. Y si eso no fuera suficiente, está la voz de “maldito”
que la sociedad grita, condenando al supuesto inocente. Y, la Torá nos obliga nuevamente a elegir. Y
nosotros elegimos, ya tan cerca del Día del Juicio, de su propio texto: “Si
realmente escuchas a .A. tu D-os, y cumples fielmente todos estos mandamientos
que hoy te ordeno, .A. tu D-os te pondrá por encima de
todas las naciones de la tierra. Si obedeces a .A. tu D-os, todas
estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre: Bendito
serás en la ciudad, y bendito en el campo. Benditos serán el fruto de tu
vientre, tus cosechas, las crías de tu ganado, los terneritos de tus
manadas y los corderitos de tus rebaños. Benditas serán tu canasta y tu mesa de
amasar.
Bendito serás en el hogar, y bendito en el
camino. .A. te concederá la victoria sobre tus enemigos. Avanzarán contra
ti en perfecta formación, pero huirán en desbandada. .A. bendecirá tus
graneros, y todo el trabajo de tus manos. .A. tu D-os te
bendecirá en la tierra que te ha dado. .A. te establecerá como su pueblo
santo, conforme a su juramento, si cumples sus mandamientos y andas en sus
caminos. Todas las naciones de la tierra te respetarán al reconocerte como el
pueblo del Señor. .A. te concederá abundancia de bienes: multiplicará tus
hijos, tu ganado y tus cosechas en la tierra que juró a tus antepasados que te daría. .A. abrirá los cielos, su
generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la lluvia sobre la tierra, y
para bendecir todo el trabajo de tus manos. Tú les prestarás a
muchas naciones, pero no tomarás prestado de nadie. .A. te pondrá a la cabeza,
nunca en la cola. Siempre estarás en la cima, nunca en el fondo,
con tal de que prestes atención a los mandamientos de .A. tu D-os que
hoy te mando, y los obedezcas con cuidado. Jamás te apartes de
ninguna de las palabras que hoy te ordeno, para seguir y servir a
otros dioses».
*Rav.Yerahmiel Barylka.
Sinagoga Rambam (Madrid)