(11) Y le dijo el Eterno a Moisés: (12) “Cuando cuentes el número de los hijos de Israel, cada uno ofrecerá al Eterno un rescate por su alma para que no sufran plaga por el empadronamiento. (13) Para ello, cada cual pagará medio siclo sagrado (Shekel HaKodesh) de 20 gueras el siclo, que será ofrenda al Eterno. (14) Todo el que fuera censado, o sea, de 20 años para arriba, daría tal ofrenda al Eterno. (15) Esta contribución para el Eterno será igual para el rico y para el pobre, para perdonar sus almas. (16) Tomarás los aportes por los rescates y los pondrás para sufragar el servicio del Tabernáculo, y será para los hijos de Israel como memoria al Eterno como expiación de sus almas.
(17)
Y le dijo también el Eterno a Moisés: (18) “Harás un pilón de cobre bruñido
para las abluciones con un pedestal también de cobre bruñido, pondrás el
recipiente entre el Tabernáculo y el altar y echarás allí el agua. (19) Aarón y
sus hijos se lavarán sus manos y sus pies en el pilón. (20) Lo harán al entrar
en el tabernáculo para no morir al aproximarse al altar para el servicio del
holocausto al Eterno. (21) Se lavarán manos y pies para no morir, y será ley
eterna para ellos y sus descendientes”.
En
esta parasha Ki Tisa (Shemot 30:11-34:35), que se lee esta semana, se señalan, entre
otras cosas, las normas del empadronamiento o confección del censo de los hijos
de Israel, a partir de los 20 años de edad, y sobre la obligación del tributo
del medio siclo sagrado o shekel hakodesh, que incumbe a pobres y ricos. Una
contribución en prenda de rescate para redimir los pecados cometidos, pero
también para el sostenimiento del servicio del Tabernáculo. Igualmente, se
refiere a las normas de pureza o de limpieza que debían regir antes de acceder
al Tabernáculo por parte de Aarón y sus hijos, o sea de los kohanim. Una ley
perpetua para todas las generaciones. Igualmente, describe la composición de la
unción santa, que debía ser preparada por expertos perfumistas. Describe la
composición del incienso aromático, que constaba de once especias y que se
repite diariamente en los rezos de shajarit y minjá.
En
esta porción se narra el desgraciado episodio del becerro de oro. Una vez
acontecida la dramática Revelación en el Sinaí, el pueblo de Israel pronto se
revirtió hacia la idolatría. Mientras Moisés estaba aún en la montaña, los
israelitas se aprestaron a tallar un becerro de oro para adorarlo. La Torá nos
muestra una visión de este acontecimiento bastante conmovedora.
El
Midrash incluye un detalle interesante a la historia. Señala que Jur, uno de
los guías israelitas, trató de resistir a la muchedumbre. Se opuso a la
construcción del becerro de oro y peleó con todas sus fuerzas para evitar tan
terrible transgresión. Pero la turba era tan poderosa e incontrolable, que los
israelitas no solo no escucharon a Jur, sino que virtualmente lo asesinaron.
Los
israelitas que pecaron a causa del becerro de oro no quedaron sin castigo, pero
el acto heroico de Jur no fue olvidado. Cuando llegó el momento de que D-s
designara a alguien para diseñar el Mishkán (Tabernáculo), Él eligió a
Betsalel, un nieto de Jur. La Torá nos recuerda que Betsalel era nieto de Jur,
evocando el martirio de su abuelo.