Rav Yerahmiel Barylka. |
Reflexiones del Rav Yarahmiel*
La Mishná nos enseña que Hajnasat la Orjim, hospitalidad, es una de las prescripciones cuyo cumplimiento es de mérito incalculable. Abraham da generosa acogida a los tres forasteros a sólo 3 días después de su circuncisión.
Su hospitalidad fue genuina y pro-activa. Abraham estaba sentado en la entrada de su
tienda a la espera de huéspedes, corrió a su encuentro, y se apresuró a pedir
se les prepare un banquete. No se limitó a darles la bienvenida, hizo que se
sientan bienvenidos. El detalle con el que se describe esta mitzvá (a diferencia de
la mayoría de las descripciones de la Torá de las buenas obras de Abraham) eleva
este acto por encima de muchas otras mitzvot. El texto sugiere que Abraham
interrumpió su conversación con .A. para atender a sus visitas, lo que indica
que Hajnasat Orjim es más importante aún que experimentar la Presencia Divina.
Leamos lo que dicen los psukim: “.A. se le apareció entre los árboles grandes
de Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de su tienda como al calor
del día. Cuando él alzó los ojos, entonces miró y allí estaban tres hombres de
pie a alguna distancia de él. Cuando alcanzó a verlos, echó a correr a su
encuentro desde la entrada de la tienda y procedió a inclinarse a tierra.
Entonces dijo: “Ah, .A. si he hallado favor a tus ojos, sírvete no pasar de
largo a tu siervo. Que se traiga un poco de agua, por favor, y se les tiene que
lavar los pies. Entonces recuéstense debajo del árbol. Y permítaseme traer un
pedazo de pan, y refresquen sus corazones…”.
¿Por qué esta importancia? El mandato bíblico
es dar la bienvenida al extranjero porque fuimos extraños en la tierra de
Egipto, pero debemos recibir con honor a nuestros huéspedes para reconocer el
aspecto divino de cada individuo. Acoger con satisfacción los huéspedes en
nuestros hogares nos obliga a tomar el tiempo para romper las barreras con los
seres humanos y construir con ellos nuestra comunidad. Y mediante la realización
de esta mitzvá a nivel local y familiar, tal vez aprendamos a aceptar e incluir
los que consideramos “extranjeros” en la sociedad en general.
Cuando estamos construyendo juntos una
colectividad a partir de nuestra sinagoga, a veces nos sentimos tentados a
excluir a los recién llegados, o somos demasiado tímidos o estamos ocupados
para incorporarlos plenamente. Las personas con funciones en la sinagoga pueden
ser un poco intimidantes para los extraños, a no ser que se haga un esfuerzo
consciente para hacer que se sientan bienvenidos, anticipar y atender a todas
sus necesidades. Debemos imitar a Abraham para dar la bienvenida a todos los huéspedes
en nuestra congregación, con el corazón. Así lo hacemos, y cada día debemos
mejorar aún más nuestra receptividad para integrar a todos quienes concurren
por primera vez.
Shabat Shalom.
*Rav Yerahmiel Barylka.
Sinagoga Rambam de Madrid.