martes, 25 de noviembre de 2014

Vayetze

Reflexiones del Rav Yerahmiel*


Rabí Iaacov Berab, que naciera en Moqueda, cerca de Toledo, en la España castellana de 1474 y que falleciera en Tzfat, el 3 de abril 1546, fue un rabino influyente conocido por su intento de reintroducir la ordenación rabínica como preludio a la autonomía judía en el sur de Siria otomana de su tiempo. Berab, culpa a Labán de nuestra eventual esclavitud y sufrimiento en Egipto. Dice que si Labán no hubiera permutado a Leá por Rajel debajo palio nupcial de Iaacov, Iosef hubiera sido el primogénito, los hermanos hubiesen respetado su posición, hubiera habido calma y felicidad en la casa de Iaacov, Iosef no habría sido vendido a Putifar y el pueblo judío no habría sido esclavizado en Egipto. A veces, el pecado más pequeño puede tener enormes consecuencias, lo que lleva a un terrible sufrimiento. Las consecuencias de ciertos errores son gigantescas que hacen palidecer ese acto que nunca debió haberse cometido.

Otros se centran menos en lo que Labán hizo y más en sus motivos. No tenemos ni idea de por qué Labán odiaba tanto a Iaacov. Esto es lo que hace de él un enemigo tan ruin. Podemos entender por qué Esaú se había resentido con Iaacov después que tomara su bendición y la enemistad que causó y podemos entender el deseo de Egipto de tener esclavos, pero Labán no tenía razones para odiar a Iaacov, de engañarle continuamente. No en vano lo recordamos en la noche del seder.

Iaacov se defiende del odio de Esav y Labán. Hace tratados con cada uno de ellos, y aprende a vivir junto a ellos, cuando se van por caminos separados. Pero, su vida se distrae en esas luchas de supervivencia.
Lo más importante es que Iaacov recupera su sentido de misión, cuando hasta el sueño con el ángel de profundo significado lo tenía postergado luchando por sobrevivir y en defender sus bienes frente a Labán.
En el sueño, .A. estaba de pie junto a él y le decía: «Yo soy .A., el Di-os de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la que estás acostado. Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. Te extenderás de norte a sur, y de oriente a occidente, y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu  descendencia. Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido.»
En nuestro tiempo, al reencontrarnos con Iaacov, debemos saber que nuestra defensa es no-negociable, y que debemos estar atentos para proteger nuestra visión judía de un mundo en paz para llegar a la época anunciada por nuestros profetas. A veces es necesario que pase mucho tiempo enfrentando las piedras en el camino y las anclas que nos apartan de nuestra misión. Pero, al final nos acercaremos a la Redención en la cual “Y él dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra” (Isaías 2: 4).

Rav Yerahmiel Barylka.
Sinagoga Rambam de Madrid.