Rav Yerahmiel Barylka. |
Reflexiones del Rav Yerahmiel*
…“Después se lavó el rostro y salió y se contuvo y dijo: “Sirvan la comida”. Y procedieron a servírsela a él aparte y a ellos aparte y a los egipcios que estaban comiendo con él aparte; puesto que los egipcios no podían comer una comida con los hebreos, porque eso es cosa detestable a los egipcios” (Bereshit 43:31-33).
Imaginemos la situación. Una mesa para Iosef, otra para los egipcios y otra más para la familia de Iaacov. El comedor real se divide en tres segmentos, y en lugar de una gran y majestuosa mesa tenemos tres. Los hijos de Israel pudieron entonces comer sin vergüenza los alimentos que podían ingerir y bendecir a .A., por los alimentos antes y después de comerlos. Los egipcios, cuidan sus tradiciones y no pueden compartir con los forasteros la ingesta de lo que ellos tienen prohibido ingerir. Para los egipcios, los otros invitados –nuestros antepasados- son inmigrantes de segunda, burdos, faltos de estilo y modales, desarrapados, vestidos con la moda de Canaán.
La otra mesa fue servida para el virrey Iosef.
El rav Norman Lamm llamó a esta situación producto del “humor divino”, por lo absurdo que parecía. Entendió que Iosef representó allí lo que los judíos hicieron en el destierro y la diáspora durante la historia. Cambió sus ropas por las del Imperio, modificó su nombre por uno egipcio, su objetivo era obliterar todo residuo de su identidad anterior. No va a comer con sus hermanos, no se sienta a consumir con sus súbditos, que le obedecen, le halagan, lo elogian, pero que, para ellos, el gran visir, sigue siendo judío pese a todos los maquillajes. Pese a su poder lo rechazan internamente. Lo aceptan externamente porque no tienen otro remedio pero, no lo desean tener como par en sus actividades sociales.
Las tres mesas descritas en los dos versículos que leemos casi sin darnos cuenta, son una escena en la tragicomedia que muchos viven en estos mismos días de la situación tan antigua como el pueblo judío. El judío inauténtico huye de la mesa de sus hermanos pero pese a su esperanza, no será invitado de corazón a la mesa de los otros.
El judío y el gentil verídicos pueden compartir la fraternidad con dignidad, respetando total y absolutamente la identidad del “otro” y establecer puentes sin temor. Ya no somos esclavos ni lo deseamos ser.
Shabat Shalom,
Rav Yerahmiel Barylka.
Sinagoga Rambam de Madrid