Harav Yerahmiel Barylka. |
Reflexiones del Rav Yerahmiel Barylka*
Moshé advierte a su pueblo contra un tipo de pecador a quien considera como particularmente nocivo: “No sea que haya en medio de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo” (Devarim 29:18), en otras palabras, que no sea hallado en ti aquel cuya actitud y conducta introduzca una raíz venenosa en el jardín de la fe. Uno podría imaginar que esta enérgica condena - “una raíz venenosa” - sea seguida por una lista de crímenes horribles y pecados imperdonables perpetrados por la persona así designada, sin embargo, estamos un tanto sorprendidos por lo inesperada suavidad de las fechorías que comete quien es una “raíz venenosa”.
La Torá lo describe como quien cuando oiga los términos del juramento del pacto, se va a felicitar y tranquilizar a sí mismo, diciendo todo ‘estará bien y tranquilo conmigo, porque yo voy a seguir los pensamientos y puntos de vista de mi propio corazón’. “Si alguno de ustedes, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: “Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca”, provocará la ruina de todos”. “No querrá .A. perdonarlo, sino que entonces humeará la ira de .A. y su celo sobre el tal hombre, y se asentará sobre él toda maldición escrita en este libro, y .A. borrará su nombre de debajo del cielo.
Los versículos describen a un hombre que es, a lo sumo, egocéntrico pequeño, satisfecho de sí mismo, petulante, quizá egoísta - pero no a una “raíz venenosa” ¿Por qué, entonces, la amarga denuncia y el duro epíteto?
El rav Norman Lamm, cita a Yaakov Tzvi Mecklenburg, rabino del siglo XIX en Alemania, que ofrece una respuesta pertinente a nuestra situación hoy. Se refiere a quien al escuchar los diversos deberes impuestos por Dios a Israel, no rechaza perentoriamente a todos, sino que decide seguir selectivamente los que elige su corazón y su razonamiento. Se considera así mismo, persona ética, de buen corazón, y está en paz consigo mismo. Son las personas que colocan su razón por encima de las normas y encuentran en ella razón para violarlas. De esa manera, quizás sin proponérselo ponen en entredicho la autenticidad de la Torá, y se convierten en legisladores de su conducta.
Poco tardarán en encontrar justificaciones para las acciones que prefiera aunque estén reñidas con la ética. Con esa manera de obrar, provocan un judaísmo caótico. Si bien las raíces están envenenadas, el follaje puede mostrarse por un tiempo lozano y las frutas y flores apetecibles, pero, terminan siendo peligrosas.
Nuestra generación sabe muy bien en que puede convertirse una alianza impía entre la conciencia y la razón cuando el que domina es el interés propio.
Baste con observar a nuestro alrededor y ver lo que sucede en el Oriente Medio y en la misma Europa, donde los crímenes más atroces se cometen por líderes inteligentes y morales calificados por su propia conciencia.
Las primeras letras de las palabras hebreas del pasuk, שורש פורה ראש ולענה shoresh poré rosh velaaná, -la raíz venenosa-, forman la palabra shofar שופר el mismo que hacemos sonar para consagrar la soberanía divina que trasciende las vidas y las mentes de los humanos y nos llama al arrepentimiento y al regreso, para revertir el proceso iniciado por la raíz venenosa.
Para nuestra tranquilidad el capítulo termina con la siguiente leyenda: “Lo secreto le pertenece a .A. nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley”.
*Sinagoga Rambam de Madrid.