jueves, 22 de octubre de 2015

El pacto de Abraham Avinu


“Vete de tu tierra y de la casa de tus padres…”. Este mandato de D-s constituye una de las diez pruebas que el Eterno puso ante Abraham Avinu para comprobar su lealtad y convertirlo en el patriarca mayor del pueblo de Israel.

Al respecto, el rabí Mordejay Babor señala que, “nunca antes había recibido Abram un mensaje de D-s hasta entonces”. Es decir recibió ese mensaje en sueño. Fue la primera vez que D-s pone a prueba a alguien. No le indica a dónde tiene que ir ni cuál es la Tierra Prometida. Las pruebas de D-s no eran inmediatas. Tuvo que afrontar difíciles inconvenientes como la hambruna que le obliga a descender a Egipto y soportar el secuestro de su esposa Sarah (antes Saray). Cuando se consuma la Alianza o el Pacto con D-s, Abram es llamado luego Abraham. 
Abram en hebreo significa el Gran Patriarca, mientras que Abraham (con la intercalación de la letra H) viene a significar el Patriarca que engrandece a D-s. El Eterno le ordena a Abraham el precepto de la circuncisión o Brit Mila, al tiempo que le promete una numerosa descendencia pletórica de reyes y le confirma la herencia de la Tierra de Kenaan para sus hijos y le reafirma la perpetuación de su protección. Seguidamente le explica los detalles del precepto de la circuncisión que viene a ser la demostración de la trascendencia e importancia de esta Ley, que constituye el sello físico identificativo de todo varón de Israel.
La circuncisión es, ante todo, Ley Divina que otorga al ser  humano un toque sagrado de carácter espiritual. El hecho de extirpar el prepucio no constituye una mutilación sino todo lo contrario, la dotación al cuerpo de integridad y perfección. La circuncisión representa un beneficio para la salud, una excelente medida profiláctica reconocida y aplicada en todo el Mundo.
El Brit Mila es el precepto más antiguo y singular del Judaísmo. Ha sido respetado con el mayor celo por la inmensa mayoría de los yehudim en todas las latitudes, conservándolo a costa de sus propias vidas en todas las épocas. Por sí solo representa la prueba más rotunda e incontrastable de la veracidad de la Torá, ya que resulta imposible aducir que haya sido un invento de Moisés, puesto que se aplicaba por todos los descendientes de Abraham desde siglos atrás.