En relación con la lectura de la parashat de esta semana Noaj (Bereshit 6-9-11:32), volvemos a referirnos a la situación de indigencia que azotaba a la humanidad y en la que la miseria hacía estragos entre los hombres antes del nacimiento de Noaj. En aquella época la mortandad infantil era muy elevada, pocos lograban sobrevivir. Noaj modificó radicalmente el panorama con su ciencia y sabiduría: la humanidad comenzó a proliferar, a explotar los recursos naturales y la riqueza se acumulaba en manos de unos pocos en detrimento de la mayoría, dando lugar a la división de la sociedad entre ricos y pobres, entre señores y plebeyos.
Los señores eran los amos indiscutibles; la plebe, o sea los hijos del
hombre-ya que los primeros se creían descendientes de dioses-carecían de todo
derecho. Ellos junto con sus mujeres pasaron a ser propiedad de los señores,
tal como escribe el Rav Shelomó Yabra.
“La excesiva abundancia-agrega-y riqueza acumulada en un sector minoritario,
exento de valores éticos y morales, degeneró en el vicio y la corrupción que
luego también se extendió a las clases inferiores, dando como resultado la
situación descrita con tanto realismo en la Torá”.
Noaj contaba 600 años cuando aconteció el diluvio en la tierra. Toda una vida
de sacrificios e ilusiones se derrumbó para él, el tiempo hizo trizas su fe en
su ciencia, que había puesto tan abnegadamente al servicio de la humanidad, en
su fe en el hombre, de sus ideales y predicados con amor y bondad.