“Y subió Yaakov…y se encaminó”. De esta redundancia se desprende que Yaakov no se fue directamente a Jharán, sino que partió hacia Beersheva y se dirigió a la escuela de Shem y Éber, donde permaneció 14 años y luego se fue a Jharán. Tomó estas decisiones porque consideraba necesario imbuirse de una gran dosis de fuerza espiritual y moral para luego afrontar las difíciles pruebas que sabía que tendría que superar.
En esta parashat,
Vaietse (Bereshit 28:10-32:3), entre otros aspectos, se alude a la visión que
tuvo Yaakov, la escalera que partía desde la Tierra al Cielo, en la que se
contiene innumerables mensajes espirituales y refleja el real y principal
propósito de la existencia humana en el mundo. Esa escalera constituye un
reflejo de la vida transitoria.
La visión que Yaakov
tuvo en su sueño era la revelación de todo lo que debía suceder a su
posteridad. La escalera representaba simbólicamente la escala de la Historia:
pueblos, reinados, imperios que subían cada uno hasta cierto grado de grandeza
y descendían en su decadencia (Yalcut, 21).