domingo, 19 de noviembre de 2017

La escala de la Historia

“Y subió Yaakov…y se encaminó”. De esta redundancia se desprende que Yaakov no se fue directamente a Jharán, sino que partió hacia Beersheva y se dirigió a la escuela de Shem y Éber, donde permaneció 14 años y luego se fue a Jharán. Tomó estas decisiones porque consideraba necesario imbuirse de una gran dosis de fuerza espiritual y moral para luego afrontar las difíciles pruebas que sabía que tendría que superar.
En esta parashat, Vaietse (Bereshit 28:10-32:3), entre otros aspectos, se alude a la visión que tuvo Yaakov, la escalera que partía desde la Tierra al Cielo, en la que se contiene innumerables mensajes espirituales y refleja el real y principal propósito de la existencia humana en el mundo. Esa escalera constituye un reflejo de la vida transitoria.
La visión que Yaakov tuvo en su sueño era la revelación de todo lo que debía suceder a su posteridad. La escalera representaba simbólicamente la escala de la Historia: pueblos, reinados, imperios que subían cada uno hasta cierto grado de grandeza y descendían en su decadencia (Yalcut, 21). 

Esta visión simboliza también la escala social. Todos los hombres de virtud, cualquiera que sea su nacionalidad, su raza, y su culto, tienen el derecho de ascender por ella. Todos se pueden aproximar a la Luz Divina. Pero pocos son los que subiendo alcanzan la cumbre de la escalera, pues es allí donde las fuerzas se agotan. La cultura del espíritu, la virtud y la oración son las fuerzas mágicas que aproximan a D-s.
La vida de Yaakov es una sucesión de pruebas, figurando entre las más llamativas el largo período que discurrió junto a Labán, su suegro, y la astucia con la que fue tratado, dado le engañó al darle primero a Lea por esposa, en vez de a Rajel, con la que terminaría casándose después de haber trabajado siete años, que para Yaakov eran como días por el amor que le profesaba. De él surgen las 12 tribus de Israel y se consolida el precepto del diezmo instituido por Abraham Avinu, a saber, separar el diezmo de las ganancias para destinarlos a buenas obras.



Fuentes: Humash haMerkaz, Torá con haftarot.