martes, 10 de marzo de 2015

Vayakhel Pekudei

Rav Yerahmiel Barylka.

Reflexiones del Rav Yerahmiel


Cuando visitamos sinagogas majestuosas en muchos países, no dejamos de plantearnos cuál es el lugar del arte sacro en los templos de oración, como no podemos evitar buscar diferencias entre lo que aparece en nuestro libro y lo que luego describiría el Primer Templo.

Cuando esta semana llegamos nuevamente a la culminación de Shemot, seguimos leyendo detalles de la ornamentación del tabernáculo. Los capítulos paralelos que aparecen en nuestra parashá y en Divrei Haiamim referidas al mishcán y al Bet Hamikdash de Shlomó, tienen similitudes. Sin embargo, hay diferencias. Moshé recibió instrucciones directas y específicas de .A. para la construcción del Mishcán, y la Torá destaca que todo debía hacerse precisamente como .A. le mostró (Shemot 25: 9).

Jazal enseñaron que .A. le mostró a Moshé “imágenes de fuego” para todo lo que iría a ser creado (Menajot 29a). Betzalel y Aholiav fueron convocados por expresa disposición de .A. para dirigir las obras. Eran artistas y artífices inspirados en la fe. Pero Shlomó eligió materiales y artesanos recomendados por su amigo Hiram, el rey de la ciudad fenicia de Tiro. Entre los artesanos, arribó un judío también llamado Hiram, que era hijo de una viuda de la tribu de Naftalí y de un nativo de Tiro, experto en trabajar el bronce. Hiram era muy hábil e inteligente, y conocía la técnica así que se presentó ante el rey Shlomó y realizó todos sus trabajos. La diferencia entre Hiram y Betzalel y Aholiav es que el primero aprendió su profesión de arquitecto en las academias fenicias y fue influido cultural y desde el punto de vista artístico por la sociedad adoradora de ídolos. Su ingreso a Israel trajo tras de sí, a princesas fenicias que se unieron a reyes de Iehudá e Israel. Muchas veces la búsqueda de la estética desprovista de otros valores, puede causar estragos espirituales al pueblo judío, que finalmente llevaron a la destrucción del propio Beit Hamikdash.
El arte y la estética elevan nuestro espíritu, pero, rendirnos a los artistas, puede no sólo llevarnos al materialismo, sino alejarnos totalmente de lo espiritual. El Mishcán construido por Moshé con la ayuda de Betzalel y Aholiav, temerosos de .A. es un símbolo para las generaciones de la unión de lo artístico y lo espiritual, cuando está libre de influencias espurias. Por lo que no debemos dejarnos impresionar por los edificios propios y ajenos que nos deslumbran. Nunca sabemos que hay detrás de ellos.


Rav Yerahmiel Barylka. Sinagoga Ramban. Madrid.