Rav. Yerahmiel Barylka. |
Reflexiones del Rav. Yerahmiel*
Entonces .A. dijo a Moshé: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Mitzraim se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Mitzraim. Dijo más .A. a Moshé:
Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande. Entonces Moshé oró en presencia de .A. su Di-os, y dijo: Oh .A., ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Mitzraim con gran poder y con mano fuerte? ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre. Entonces .A. se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo. (Shemot 32:7-14).
Mientras Moshé está todavía en el monte Sinaí, .A. le cuenta de la imagen de un becerro de oro que los hijos de Israel han hecho en su ausencia y amenaza con la destrucción del pueblo. Moshé, que refleja en su súplica la de Abraham ante la inminente destrucción de Sodoma, logra cambiar la decisión de .A., en parte porque apela a su relación con Abraham, Yitzhak y Iaakov. También puede haber ayudado a que la mayoría, al parecer, era buena gente; después de todo, cuando los levitas se unieron a Moshé en matar a los del becerro, los muertos no eran más de alrededor de 3.000.
El Fuego come o consume a aquellos que han de hacer frente a Di-os o que se comportaban desafiando al orden establecido, como en el caso de Nadav y Avihu (ver Vaikrá 10: 2). Y, por supuesto, el fuego es esencial para cocinar, más específicamente en este contexto, el Cordero Pascual, que no debe comerse crudo (Shemot 12: 9). Hay que recordar que la Torá no está hablando literalmente. Di-os no tiene un sistema digestivo; la palabra ‘consumir’ se asocia con un fuego celestial que consume víctimas (ver I Melajim 19:38).
Después Moshé bajó del Sinaí “y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel”. (Shemot 32:20). Esta es una imagen poderosa de la inutilidad de la búsqueda de la gente de protección en ausencia de Moshé.
Comer conlleva el rechazo de parte del alimento, así como ingerir. Introducimos algo en nosotros, digiriendo lo útil y descartando el resto. Si lo excretamos es poco atractivo, sin embargo, la comida había tenido un resultado positivo a través de la alimentación.
A diferencia de los hijos de Israel que se vieron obligados a comer el becerro de oro, hemos comido oro y plata sólo como recubrimientos en las almendras garrapiñadas. Hace no muchos años, este oro o plata de confitería parecía positivo y agradable, una buena señal en las bodas y otros festejos. Ahora muchos de nosotros entendemos lo poco saludable que es para nuestra salud.
Quizás el becerro de oro debería haber servido como una advertencia. El mensaje es claro: la humanidad no prospera necesariamente en todo lo comestible que viene de Di.os. Es nuestra responsabilidad para distinguir lo bueno de lo malo y elegir nuestra comida en consecuencia. No sea que luego indigestemos nuestras almas.
Rav. Yerahmiel Barylka. Sinagoga Rambam. Madrid.