viernes, 9 de octubre de 2015

Parashat Bereshit

Harav Yerahmiel Barylka.

Reflexiones del Rav Yerahmiel Barylka*


La primera parashá de Sefer Bereshit se ocupa de los eventos cosmopolíticos de la Creación; las primeras generaciones de la humanidad; la jerarquía de la Naturaleza (“y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra ...”); las relaciones entre el hombre y Dios (el Jardín del Edén, la recompensa y el castigo); el matrimonio (“no es bueno que el hombre esté solo”); la muerte (“hasta que vuelvas a la tierra”); la Divina Providencia (“la voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”); y la esperanza de vida dado a hombre (“serán sus días ciento veinte años”). 

Las lecciones extraídas de las historias relatadas aquí están los fundamentos de la forma en que Dios guía el mundo. Parashat Noaj que leeremos la próxima semana, también se ocupa de un evento cósmico cuyo impacto se siente más allá del reino de la humanidad y que remodela las relaciones entre Dios, el hombre y la naturaleza. Los acontecimientos de las parashiot de Bereshit y Noaj y cubren cientos de años e influyen en todo el curso del mundo.

En la historia del Jardín del Edén, el hombre y la mujer son los únicos seres humanos que habitan en el mundo, por lo que es difícil definir su pecado de comer del fruto prohibido como una perversión moral. Su aspecto religioso se expresa con gran elocuencia en Devarim 30: “Mira, yo he puesto hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal; pues te ordeno hoy amar a .A. tu Dios, andar en sus caminos y guardar sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y te multipliques, a fin de que .A. tu Dios te bendiga en la tierra que vas a entrar para poseerla....” - “bondad” es amar Dios y observar sus mandamientos, y la desobediencia es el “mal”. Adán lo aprendió cuando recibió el primer mandamiento. Cuando no pudo someterse a él, iba a descubrir que él había elegido el mal, y revelaría cómo difería de la bondad que habría sido su parte si hubiera obedecido la orden. El árbol es la prueba de elegir entre el bien y el mal, entre lo que está permitido y lo que está prohibido, entre la vida y la muerte. Y no tiene nada que ver con el contenido de la disposición. Por el contrario, el hombre se está probando para ver si puede evitar ser influenciado por consideraciones prácticas de la utilidad de la orden recibida, de manera que su deseo es únicamente obedecer la Fuente del precepto. Adán recibe este comando para que no se piense a sí mismo como Dios; él debía saber que hay un soberano por encima de él, que le dictamina y prescribe. El fruto del árbol no era intrínsecamente nocivo; no había ninguna sustancia mortal en él. Por el contrario, era apto para el consumo.
La grandeza de los siervos de Dios reside en su obediencia a Sus órdenes, en el reconocimiento de la grandeza de Aquel que manda. El pecado de Adán fue el sabotaje a la pureza del servicio Divino. Hasta que pecó al comer del árbol del conocimiento del bien y el mal. La motivación detrás de la obediencia en la realización de las mitzvot es la sumisión a lo que Dios manda. La lógica de la orden, cuando su razón no es clara para aquellos a quienes les ordenó, está en la virtud de haber emanado de Dios.
Adán expresó el debilitamiento de la fe pura.
Después del pecado, se introdujo un miramiento adicional: el miedo al castigo.
Pese a todo, la amenaza del castigo en nada varió la conducta humana. Adán, el primer hombre no había podido entregarse a la fe total y sus descendientes están en permanente lucha para lograrlo.

*Harav Yerahmiel Barylka. Sinagoga Rambam. Madrid.