"Y estas son las leyes que les darás. Cuando compres un siervo hebreo, servirá para ti seis años y al séptimo año saldrá; si fue casado (con mujer hebrea), su mujer saldrá con él. Si su amo le hubiera dado mujer (pagana) y ella pariera para él hijos o hijas, la mujer y su prole serán para su amo, y él saldrá solo. Y si el siervo dice:-Quiero a mi amo, a mi mujer y a mis hijos. No saldré libre-, lo acercará su amo a los jueces y lo arrimará a las puertas de su casa o a las jambas de ella y horodarará su oreja con un punzón, a de servirlo para siempre..."
Así comienza la parashat Mishpatim (Shabat Shekalim, Mevarjim), que leemos esta semana, y
en la que a grandes rasgos se refiere al conjunto de leyes que D-s imparte al
pueblo de Israel. Ante todo constituye la base jurídica del pueblo judío.
Esencialmente es el compendio de un modo de vida basado en la justicia,
principios éticos y morales. De ello se extrae que el Judaísmo no es sólo una
idea o un fundamento, es un modo de vida que se practica cada día. Una forma de
pensar y de vivir las leyes prácticas del cuerpo legal que constituye la Torá
escrita y oral (Talmud).
En Mishpatim apreciamos la inclusión de muchos mandamientos vinculados a la ley
civil inmediatamente después de los Diez Mandamientos, como observamos en la
parashat de la semana pasada Yitró, en la que se evoca la entrega de la Torá al
pueblo de Israel en el monte Sinai. Como indicamos al principio, esta parashat
comienza con la expresión "Y estas son las leyes”, empleando la conjunción
“y”. Nuestros sabios nos señalan que esto es para enfatizar que así como “lo
primero-los Diez Mandamientos-, también fueron dados en el Monte Sinaí todos
los preceptos subsiguientes. Esta observación, de acuerdo a lo comentado por el
rabí Moshé Benzaquén, tiene implicaciones de muy largo alcance, particularmente
en relación con nuestra sociedad actual y nuestra forma moderna de pensar.
Aclara Harav Benzaquén que “nosotros generalmente encontramos en la Torá tres categorías
de leyes o juicios, testimonios y estatutos. Los primeros son aquellos que habrán
evolucionado con el objeto de asegurar la estabilidad social y la coexistencia pacífica.
Es decir, contra el robo y el crimen”.
La segunda categoría, añade, no se habría sido instituida por la sociedad, pero
ya que D-s lo hizo puede ser aceptado como lógico. Esto incluye el Shabat y el
kashrut*. La tercera se refiere a los estatutos que son incomprensibles para el
intelecto humano, por ejemplo, la vaca roja y el Shaatnez*. Pero todos son
igualmente importantes como enseñanzas divinas
y deben, por tanto, ser obedecidas.
El rabí Moshé Benzaquén subraya que “uno escucha demasiado a menudo comentarios
respecto a la llamada irrelevancia de ciertas leyes que el hombre libre tiene
la posibilidad de decidir cuáles de punto del Judaísmo debe respetar. Todas sus
decisiones, sin embargo, están basadas en su entendimiento y un conocimiento
limitados. Esto produce una erosión de nuestra religión hasta que finalmente,
en muchos casos, es completamente ignorada
a menudo con resultados trágicos”.
“Para prevenir tales calamidades-explica Benzaquén-la Torá hace una observación
de inmediato “y estos”. Cada una de las leyes emana del Todopoderoso (aún
aquellas que nosotros hemos instituido por acuerdo recíproco). Él, en Su
Sabiduría y entendimiento, dio estas enseñanzas para asegurar nuestro futuro
como una nación perfecta y completa y para garantizar nuestra seguridad física en nuestra
propia tierra con paz y tranquilidad”.
Imperios poderosos se han expandido y sucumbido a través de los tiempos. Sin
embargo,nosotros hemos sobrevivido. La preservación de nuestra identidad como
nación, remarca Moshé Benzquén, es debida a nuestra tenacidad con un único
objetivo y a la fuerza de nuestro carácter para enfrentar el peligro físico de
afuera y desafortunadamente a veces, también
de adentro.