jueves, 21 de marzo de 2013

La llama eterna



Shabat 12 de Nisan 5773
Shabat HaGadol
Parashat Tzav, Ordena. Vayikrá 6-8.
Haftará: Malaquías 3:4-2-24


Y le dijo el Eterno a Moisés: “Ordena a Aarón y a sus hijos, diciéndoles:-Esta es la ley del holocausto. Permanecerá encendido sobre el altar toda la noche hasta la mañana, con el fuego ardiendo. Y el sacerdote, vestido con túnica de lino y calzones de lino sobre su carne quitará las cenizas dejadas por la combustión de los holocaustos y las pondrá en el costado del altar"…
En esta parashat observamos como la Torá dicta normas precisas con respecto a la Olá que fue consumida por un progresivo y firme fuego durante toda la noche. “Un fuego arderá continuamente sobre el altar, no deberá ser extinguido” (Vayikrá 6:6). Cada mañana, el kohen (sacerdote) añadía nueva leña para que continuara con firmeza la llama del fuego.
De esta manera es enunciado un gran y vital principio para conducirnos en nuestras vidas y para mantener su calidad espiritual. El alma del hombre, según opinión del rab Elías Levi, “es como una llama que debe dar un salto y llegar siempre hacia arriba para comunicarse y vincularse con el Creador. Así como la nueva leña era colocada diligentemente cada mañana sobre el altar para mantener su fuego, así debemos nosotros ser constantes con nuestro celo para espiritualizar cada faceta de nuestra existencia cotidiana. Estamos obligados a ser resplandor a nuestra comunidad y la sociedad”.
En su explicación pone de relieve que hay tanta gente que a saltos y a corcovos son envueltos en una ola de entusiasmo y resuelven  llevar vidas espirituales, venerar a D-s, estudiar Torá, y vivir de acuerdo a un código de conducta escrupulosa y ética. Esta loable intención y resolución no se energiza sino sobre una base diaria. Si este fuego no es abastecido-precisa- diariamente, si las añoranzas espirituales no son alimentadas  y cultivadas asiduamente, será como un fuego de paja que llegará alto hacia los cielos, deslumbrará y fascinará a los espectadores, pero suavemente muere y se reduce a cenizas.
Todos los días debemos invertir nuestros esfuerzos y energías en fomentar nuestra vida religiosa para que nuestra existencia constituya una llama perpetua y no efímera o pasajera.