El 17 de Tamuz, que este año 5780, coincide con el día jueves, 9 de julio, comienza el período de tres semanas de duelo en conmemoración de la destrucción del Templo de Jerusalem y el consiguiente exilio. La cumbre de este triste episodio es el 9 de Av, día de ayuno y luto nacional por lo sucedido al pueblo judío.
El 17 de Tamuz de 1313 AEC, Moshé Rabenu quiebra las dos tablas de la Ley al descender del Monte Sinai, tras el suceso del becerro de oro; se interrumpe el servicio del Santo Templo de Jerusalem, en el año 423 antes de la Era Común, y se abre una brecha en las murallas de Jerusalem en 69 de la Era Común. El general romano Apostomus quema un sefer Torá y coloca ídolos en el Templo.
Para entender este período aciago comprendido entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av repasamos las tragedias más significativas. El Primer Templo fue destruido el 9 de Av del año 3338. El Segundo Templo fue destruido ese mismo día en el año 3828. Cincuenta y dos años más tarde, el 9 de Av, fue tomada la ciudad de Betar y miles de sus habitantes fueron asesinados. La expulsión de los judíos de España tuvo lugar en Tisha B’Av. El 2 de agosto de 1492 (9 de Av de 5252) evacuaron los últimos hebreos de la Península Ibérica.
El destino de esta fecha fue establecido mucho antes, en tiempos de la estancia de Israel en el desierto. El informe negativo que aportaron los espías sobre Eretz Israel provocó pánico y turbación en el seno del pueblo. Por esta desconfianza y lamento inútil D-s convirtió esta fecha en el futuro, en día de llanto y elegía. La parashat Shlaj-Leja (Bamidabar 13:28-30) narra ese acontecimiento.
El pueblo judío sin Bet Hamikdash lleva en torno a los 2000 años dispersado, errante y frecuentemente humillado. Los hebreos fueron unas veces perseguidos por ser ricos, otras por ser pobres; a veces por querer asimilarse, a veces, por aislarse. Una razón y su opuesta fueron motivo para despertar el aborrecimiento de los gentiles que nos rodean. Según considera Vidal Elgozi, “quien busque una lógica al antisemitismo, ajena a nuestras fuentes, chocará de inmediato con este absurdo”.
“Desde la destrucción del Templo-escribe-, el Altísimo, si bien se encuentra en todas partes, carece de residencia en este mundo. Lo que causa un alejamiento de D-s de la humanidad en general y del pueblo hebreo en particular. Esta distancia se manifiesta a nivel espiritual como lo muestran la degradación de la Profecía, Sabiduría, etc., y también en el nivel material. Bastará citar la reducción del tamaño y sabor de los frutos. El Eterno se encuentra con Israel en su aflicción y comparte con nosotros nuestras angustias. “Yo estoy con él en su aflicción” (Tehilim, 91)”.
Cabe preguntarse, tras la descripción anterior, cómo es posible que Tisha B’Av sea denominado festivo.
No podemos separar el duelo y la tristeza de la consolación, pues el reconforte y la esperanza están esbozados en la misma destrucción. Justo en vísperas del exilio, D-s envía al profeta Jeremías a Ananot a comprar el terreno para su primo Hanam’el. Precisamente, en este momento. D-s quiso mostrar que el destierro será efímero y el pueblo hebreo retornará a su país.
Asaf que describió en su salmo la destrucción del Templo, alabó al Altísimo con un cántico: “Salmo de Asaf. Oh D-s, gentiles invadieron tu herencia”. (Salmos, 79).
En Tisha B’Av nace el Messías, y este mes será padre de los meses, como lo indica su nombre. Por eso y a pesar de todo, este día fue calificado como festivo.
Así se amalgaman en corazón del yehudí sensaciones de tristeza, consolación y admiración de la realización de las profecías.
En nuestra generación, tenemos el mérito y el honor de ver la realización de otras profecías que nos consuelan y nos colman de fe. El pueblo judío retorna a su lugar natural, la Tierra Prometida. Israel guarda fidelidad a sus legítimos habitantes y vuelve a darles sus frutos.