“Mira que hoy pongo ante vosotros una bendición y una maldición. La bendición es válida si cumplís mis mandamientos del Eterno vuestro D-s que hoy os imparto y la maldición os valdrá si no cumplís los mandamientos del Eterno vuestro D-s y os apartáis de Su camino para ir tras otros dioses que no conocisteis”.
Una de las cuestiones fundamentales que se aborda en esta parashat (Devarim
11:26-16:17) se refiere a los preceptos de carácter social, en lo concerniente a las relaciones de la persona para con su prójimo y de ambos frente a la
sociedad y, en este punto, la Torá establece un conjunto de reglas y normas sobre la ayuda mutua, la justicia y la honestidad.
En la vida cotidiana, según señala Meir Tuvy (Centro de
Estudios Sefaradíes de Jerusalem), “nos encontramos con personas que tras haber
trabajado honradamente durante años, llegaron a una holgada posición económica.
Pero al pedírseles ayuda para los débiles o necesitados, se niegan
rotundamente. Alegan que el dinero es sólo de ellos y nadie puede obligarles ayudar a los pobres o prestarles dinero, o apoyar económicamente una obra
benéfica”.
Agrega que “Ramban (Najmánides) acota: -Si no se ayuda al
necesitado, nos asemejaríamos a los habitantes de Sodoma y Gomorra. El mundo no
tendría razón alguna de existir ya que su construcción y existencia se basa en
la ayuda mutua y la misericordia-"
“Para evitar que el mundo sea un caos desde el punto de vista
social-añade Meir Tuvy-, fueron ordenados en la Torá muchos preceptos con la
finalidad de que el hombre ame y ayude al prójimo”.
En esta parashat, además, leemos: “Al cabo de siete años
harás remisión, y ésta será la manera de la remisión: Todo acreedor remitirá lo
que hubiere prestado a su prójimo, no exigirá de su prójimo o de sus hermanos,
por haberse pregonado la remisión del Señor…”. (Devarim 15:1-2)”.